Jorge Mahecha G.
9 de octubre de 2007
Las culturas científicas y humanistas se forman con las representaciones simbólicas. Lo simbólico no es exclusivo de los seres humanos. Todos los seres vivos manejan símbolos en su afán de cumplir estas dos órdenes ineludibles que reciben de su condición material: sobrevivir y competir. Así, en la apariencia de las frutas de las plantas, el colorido de las mariposas y el pelaje de los gatos, estos seres han codificado símbolos. Los perros, elaboran mapas en su memoria con la información de su entorno. Por otra parte, la cola les sirve no solo como contrapeso mecánico en sus desplazamientos sino también para materializar un conjunto de símbolos comprensibles por sus congéneres, por los humanos y otros animales. Se comunican y son capaces de formar grupos jerarquizados, pero es improbable que manejen sistemas de pensamiento “científico” y “perrístico”. De hecho tienen estructuras simbólicas “pragmáticas” y “salvajes”, que en este caso están integradas.
Los seres humanos poseen sistemas simbólicos más ricos que los de los demás seres vivos. Así, un taxista tiene un atlas formado por muchos mapas de los diferentes lugares de la ciudad. No puede decirse que un taxista tenga un “isomorfismo” con todos los detalles de la ciudad, pero si un “homomorfismo” útil para todas las necesidades prácticas.
Los grupos de personas adquieren características propias, una especie de “personalidad”. La esencia de los grupos sociales consiste en colaborar y a la vez imponerse unos sobre otros. La actividad humana es compleja, por eso surge la división del trabajo. De allí nacen “las dos culturas” que en otros colectivos, como las jaurías de perros, están integradas. Dicha actividad consta de representaciones: economía, política, ciencia, ética, religión, medicina, poesía, pedagogía, arte,… Cada tipo de representación es un “sistema de referencia simbólico” (SRS) formado por componentes lingüísticas y no lingüísticas.
Tenemos una ilusión consistente en identificar las representaciones con los objetos representados. Y surge otra ilusión, aún peor: cambiar la representación para cambiar la realidad. Así es que aparecen los papeleos, las notarías, y los archivos de la fiscalía.
Lo científico constituye un SRS que proporciona una representación sistemática de la realidad al combinar adecuadamente acciones experimentales y teóricas. Si el ser humano se relaciona con el mundo a través de sus estructuras simbólicas y si lo simbólico está anclado en lo material, es apropiado preguntarse por la esencia de las cosas. La “apariencia” de las cosas estaría dada por las representaciones no científicas, es decir por un “homomorfismo” de muy pocas componentes y carente de procedimientos sistemáticos, como son los modelos teóricos y la experimentación científica. La “esencia” de las cosas estaría formada por las representaciones científicas. Tanto la “apariencia” como la “esencia” son solo representaciones. La “esencia” no sería “la cosa en si”, porque la toda actividad humana de basa en SRS, no en “la cosa en si”. La ciencia consta de nombres, objetos e instrumentos, sus SRS solo son conjeturas susceptibles de ser falseadas.
La física se ocupa de las reglas que determinan cuales elementos de la teoría corresponden con cantidades medibles o con hechos observables en una situación experimental concreta. También pertenece a la física la pregunta acerca de las probabilidades de obtener determinado resultado experimental. Pero para la física carecen de sentido las preguntas acerca de la “cosa en si”, lo mismo que acerca de si una teoría es “verdadera”.
El “humanismo” está formado por las representaciones no científicas del quehacer humano. El arte es representación del estado y la condición del ser humano formada con materiales. La literatura, con los múltiples medios de representar las palabras. La pintura con sus pigmentos y lienzos. Una escultura es un conjunto de piedras o hierros (megalitos de la isla de Pascua, pirámides de Teotihuacan, monumentales esculturas de hierro de Chillida,…).
Hablar de la materialidad de lo simbólico es una aparente contradicción. Pero debemos reconocer que el hombre no puede construir símbolos carentes de un soporte material. De la misma manera que el gato utiliza el “material” que tiene: su propia cola. Al ser humano le molesta mucho que se vea la materialidad de sus símbolos. Es más “refinado” o más “culto” quien mejor esconda esa materialidad. La ciencia ayuda a esto. Aporta un “valor agregado” consistente en dar la sensación de inmaterialidad (otra paradoja aparente). Las pirámides tienen más geometría y se hacen con mejores instrumentos, por eso nos parece que tienen “más cultura” que los megalitos de las Galias o la Isla de Pascua. La “cultura” pretende alcanzar lo “espiritual”, pero se encuentra con “la mona que se viste de seda”. La “ciencia” provee ese ropaje de seda a los medios de expresión de los seres humanos. Lo “espiritual” como algo carente de materialidad es una ilusión. Para codificar lo espiritual, el hombre hace lo único que sabe hacer: mover aquí y allá partículas de materia para que adquieran una ubicación dotada de significado. Así, lo espiritual tiene una materialidad.
Entre los dos mandatos que el hombre recibe de su propia naturaleza, “progresar” y “sobrevivir” (o “buscar” y “hallar”, o “luchar por imponerse” y “trabajar para mejorarse”, o “desenvolver procesos” y “construir estructuras”, ¿o “el yin” y “el yang”?), prefiere lo primero, aunque se autodestruya. Por eso la política prevalece sobre las otras actividades. Es una ilusión separar “las dos culturas” (una formada por el “sistema de referencia científico” y otra formada por los demás SRS). Podría pensarse que una proposición es válida si se usa dentro de un SRS y se vuelve absurda si se usa dentro de un SRS al cual no pertenece. Pero los SRS no son disjuntos. Están profundamente entrelazados. Es claro que la ciencia influye en todos los demás. Y la estética. Lo mismo el poder. La religión, como aquella actividad que proporciona las representaciones que facilitan el desenvolvimiento del poder, igualmente incursiona transversalmente en las demás representaciones.
Una visión optimista de la actividad humana resaltaría el altruismo, la solidaridad (SRS de la “moral”). El altruismo se puede encontrar en la ciencia. En la informática existen ejemplos de actividad cooperativa, como la Wikipedia y el software con licencia GNU. Pero no se pueden desconocer los aspectos egoístas, ni negar que sean los predominantes.
La filosofía sería el tratado general de la modelación de la actividad humana (de los SRS), en sus formas científicas y no científicas, fundamentalmente con el lenguaje. Estaría en la “frontera” entre lo humanista y lo científico, sin descartar que, para ser justos con el significado de la palabra “humanista”, lo científico también es humanista.
1 comentario:
Profesor, en mi sitio de trabajo (ITM)hay una discusión entre los docentes, debido a un artículo de la revista semana que propone la creación de un ministerio de educación superior. La discusión degeneró en si se debe gastar el poco dinero que el estado invierte en educación superior en ciencia pura o en ciencia aplicada. Terminamos por enredarnos en sofismas acerca de lo que es un científico puro, que en mi juicio se parece más a un artista puro, y lo que es un científico aplicado al desarrollo de tecnología útil para nuestro país. Como siempre, terminé defendiendo la ciencia pura e inútil, pero embellecida por la complejidad y la comprensión de la naturaleza, independiente de su aplicabilidad. Alguien por acá comentó que un científico puro, en los términos que yo lo plantéo, no sólo es inútil, sino indeseable. Qué piensa usted al respecto?.
Javier Vargas V.
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